viernes, 29 de junio de 2012

Una dura bienvenida. Parte 6.


Tanto mi madre como yo empezamos  a palidecer cuando Eder pronunció aquellas dolorosas palabras. ¿Cómo era posible que su padre, siendo tan joven, bueno y encantador, estuviese al borde de la muerte? Es algo incomprehensible, aunque una etapa más de la vida, una barrera nueva que superar.
Le dimos nuestro apoyo, diciendo que estábamos a su lado por cualquier cosa. Pero que debía venir a casa con Boris para que tuviese la cabeza en otro lugar,y no pensando en su padre. Él aceptó. Y nosotras nos marchamos, para no molestarle más, para que se desahogara llorando o cualquier cosa. Debía estar destrozado.
Ahora entendía a la perfección el por qué de su extraño comportamiento y no podía más que sentirme culpable por haber pensado que nada le importabámos ni yo ni el bebé.
Cuando llegamos a casa, tras haber recogido a Boris, lo dejo en su cuna y me marcho a mi cuarto, e intenté dormir, mas no podía pensando en cómo se sentiría Eder.
Dos semanas más tarde, alguien llama al timbre.
Me dirijo a la entrada y abro la puerta. Veo al chico más guapo de la tierra, con un aspecto desaliñado y su rostro está demacrado.
-Pasa Eder-le invito.
-Gracias.-dice cuando entra.
-Pasa al salón, y siéntate en el sofá. ¿Quieres un vaso de agua o algún refresco?
-Un vaso de agua está bien.
-Marchando. Ahora vengo.
-Vale.
Una vez que le llevo el vaso de agua, me siento a su lado.
-¿Qué tal? ¿Cómo te encuentras?
-Puf, buena pregunta. Bien supongo.
-No lo parece. Eder, ¿cómo está tu padre?
-¿Realmente lo quieres saber?
-Claro que sí. Si no, no te lo preguntaría.
-Bueno, pues está muerto.
Me quedo petrificada. Las palabras no eran capaces de brotar, sin embargo necesitaba preguntarle. Cuando me tranquilizo y me sereno un poco, retomo el hilo de la conversación.
-¿Cuándo ha ocurrido?
-Hace una semana.
-¿Por qué no me has dicho nada hasta ahora?
-¿Crees que tenía ganas de decirselo a alguien, Selena? No he salido de mi casa en toda esa semana, apenas he comido. Lo único que he hecho es encerrarme en mí, pensar en él, y arrepentirme de no haberme portado mejor que él…
Entonces se interrumpe. Sus ojos se empañan de lágrimas. Sé que intenta retenerlas, pero aquello era demasiado duro para no llorar, para no desahogarse.
-Ven aquí, Eder, ven aquí.
Lo cojo entre mis brazos, y lo estrecho contra mí, intentado transmitirle apoyo y seguridad. Así que sin poder evitarlo, rompe a llorar, y nos quedamos así, estando la casa en silencio, durante un tiempo indefinido.
-Lo siento, Sele. Siento mucho este comportamiento mío. Soy un cobarde.
-¿Qué dices? No tienes que disculparte, para nada. Y no eres un cobarde. Eres un ser humano con sentimientos, y llorar es algo normal para ambos sexos. Además, me encantan los hombres que lloran cuando hay gente alrededor. Para mí estos hombres son los fuertes. Los demás son unos tontos, que intentan hacerse los duros y después resulta que son unos debiluchos. Así que llora cuanto quieras, cariño, llora. Estoy aquí para ayudarte.
-Gracias. Oh, muchísimas gracias. No sé qué haría sin ti,Selena. En serio te lo digo. Eres la mejor, super dulce y buena.
-No lo soy, pero da igual. Lo único que quiero es hacerte sentir bien, pero no sé cómo hacerlo.
-Tu sola presencia hace que me sienta mejor. No hay mucho más que puedas hacer. El recuerdo de mi padre persistirá siempre. Tú sabes lo unido que estábamos ambos, para mí ha sido una pérdida muy grande.
-Lo sé, lo sé. ¿Al final se sabe qué tuvo?
-Un cáncer, creo.
-Y, ¿qué vais a hacer ahora? ¿Lo vais a enterrar o a incinerar? ¿O acaso lo habéis hecho ya?
-Qué va. Por eso venía. Para decirte que el entierro es mañana a las doce. ¿Vendrás?
-No sé si será muy adecuado que vaya, Eder. ¿Qué pinto allí?
-Mucho. Mi padre te tenía mucho cariño, te quería como a la hija que nunca tuvo. Tú y él siempre os lleváisteis genial, al igual que con mi madre. Entonces, ¿vendrás?
-Mmmmm, sí, iré. ¿Dónde es.
-No te preocupes por eso, yo te recojo a las once y media.
-Está bien…
Nuestra conversación se ve interrumpida por un llanto.
-Eder, es hora de que veas cómo ha crecido Boris. ¿Tienes ganas de verlo?
-Claro que sí.
-Pues no te muevas, vengo en un santiamén.
Voy a buscar al bebé a su cuarto lo más rápido que puedo.

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