1 MES MÁS TARDE
Me despierto tras haber dormido treinta minutos seguidos.
Estoy hecha polvo, pero las contracciones de la noche anterior han vuelto a
atacarme y, ahora mismo, son más frecuentes y regulares, además de haber tomado
mayor intensidad. No puedo aguantar por más tiempo la orina, así que voy lo más
rápido que puedo al servicio, donde me doy cuenta de que hay un pequeño rastro
de sangre en las bragas. Me quedé petrificada en aquel momento. No era posible,
¿había acaso llegado ya el día del parto? Todo concordaba. Dolores parecidos a
aquellos de la menstruación en un intervalo de diez minutos y, aunque me
costase creerlo, había perdido ya el tapón mucoso.
Desde que Eder y yo decidimos seguir adelante, no había
sentido miedo alguno. Estaba tranquila sabiendo que él estaba a mi lado para
cualquier cosa. Ambos nos amábamos con locura y queríamos tener aquel bebé que
al principio no era deseado. En nuestros planes no entraba tener una criatura
hasta los veinticinco años mínimo, pero al quedarme embarazada, todo cambió.
Fue muy duro tomar una elección, pero tras hablarlo y pensarlo, decidimos que
lo mejor era seguir adelante por el mero hecho de que a ambos nos gustase
muchísimo los bebés y debido a que nos aterraba aquello del aborto. Sin
embargo, esa no era la única razón. Los dos sabíamos que aquel bebé era la
excusa perfecta para unirnos aún más, y además, a ninguno de los dos nos hacía
gracia eso de matar a aquel proyecto de ser humano. Sabíamos que si abortaba,
nos íbamos a sentir culpables el resto de nuestros días. Nuestros padres
también nos hablaron de dar en adopción al niño si después de tenerlo
pensábamos que era una carga, pero desechamos esa oferta.Nos dolería igualmente
darlo a otra familia y saber que está creciendo sin ser capaz de verlo. Era
demasiado duro, así que creo que esa fue la razón de mayor peso por la cual
queríamos tenerlo.
Y, en estos precisos instantes, estaba horrorizada. Asustada
porque no tenía la menor idea de qué hacer. Asimismo, no me sentía preparada
para ser madre. ¿Qué debía hacer? Respiro lentamente, intentando calmarme.
Cuando ya siento que puedo pensar con un poco más de claridad, voy a hablar con
mi madre sobre el asunto. No estaba segura al cien por cien que el niño fuese a
nacer en un corto período de tiempo.
Bajo a la planta inferior, donde me encuentro con mi madre
en la grande cocina, que en esos momentos está llena de harina. Cómo no, mi
madre estaba haciendo dulces y galletas en forma de muñequitos. El pasatiempo
preferido de mi madre, a parte de pintar paisajes y soñar con poder recorrer
medio mundo, era cocinar, sobre todo hacer dulces y pasteles. Y podía presumir
de ellos, que le salían exquisitos.
-Mamá, siento interrumpirte en tu labor, pero he de
comentarte algo.
-Dime corazón.
Se limpió las manos rápidamente en su delantal preferido, y
luego se sentó en un taburete que había en la cocina y se preparó para
esucharme. Le conté todo lo que me sucedía, los dolores que tenía, cómo me
sentía, lo más detalladamente posible, cuando una nueva contracción me hace
aullar de dolor. Inmediatamete me llevo las manos al vientre, y mi madre, en un
abrir y cerrar de ojos, se encuentra a mi lado y me obliga a ocupar su lugar en
aquel taburete. Me dice que no me mueva y sale disparada. A los pocos segundos
regresa con una botella de agua, un cómodo cojín y las llaves del coche en la
mano.Me ayuda a andar hacia el coche, y me siento en el asiento de copiloto
cuando llegamos a él.
De mi casa al hospital no hay mucho camino, tan solo quince
minutos en coche. A pesar de la poca distancia que nos separaba, el trayecto se
me hizo eterno. Cada vez la espera se me hacía más larga. No podía más. De
pronto siento cómo empiezo a mojarme.
-Mamá, mamá, creo que me estoy haciendo pís.
-¿Cómo?.-pregunta boquiabierta.
-Sí mamá. Siento cómo un líquido corre por ahí, se me ha
escapado el pís.
-Cariño, no creo que te hayas meado encima. Simplemente
habrás roto aguas. Pero tranquila, que estamos en camino. En unos instantes
llegamos a nuestro destino.
-Mamá, romper aguas significa que el líquido que se
encuentra en el saco amniótico ha salido disparado porque éste se ha roto, ¿no?
-En efecto. Es buena señal, quiere decir que el bebé ya está
en camino. Nos atenderán rápidamente.
-No sé si estoy preparada para ser madre. No sé si realmente
quiero que nazca tan pronto. Nueve meses parecían tan lejanos, y sin embargo,
ya han pasado. No he tenido el tiempo suficiente para concienciarme.
-Selena, debes tranquilizarte. Es normal que no te sientas
segura y tengas miedo. Es algo nuevo para ti, pero lo superarás. Ya verás como
no va a ser nada, como va a salir todo a la perfección.
-Pero, ¿y si no es el caso? ¿Y si soy una pésima madre?
-Hija, ya es tarde para lamentarte. Deberías haber pensado
en las consecuencias antes de tener relaciones sexuales. En cuanto a lo de una
pésima madre, no temas. Estaré a tu lado para ayudarte y aconsejarte. Ser madre
es algo muy difícil y que al principio asusta, pero es a la vez algo
maravilloso. Los nervios son muy malos y no llegan a ninguna parte. Así que haz
el favor de tranquilizarte. Respira hondo.
Justo al decirme esto, vislumbro el imponente edificio que
resulta ser el hospital más cercano a casa. Mi madre aparca en la plaza libre
más próxima a la puerta del hospital. Cuando entramos, vamos a
recepción y le comentamos lo sucedido a un enfermero cuyo nombre es Alejandro. No tarda ni un segundo en venir una
camilla acompañada de dos enfermeras, quienes me ayudan a tumbarme en la cama y
permanecen a mi lado hasta la hora del parto.