lunes, 4 de junio de 2012

Una dura bienvenida. Parte 5


Tras hacerme millones de preguntas y responderme billones de posibles respuestas, me quedé dormida. Soñé con Eder y Boris, viviendo felizmente, yendo a parques en los que los tres disfrutábamos a más no poder. Sin embargo, a lo largo del sueño, que se desarrollaba alegremente, algo malo sucedió. Algo que me espantó. De un bello sueño pasó a ser una horrible pesadilla. Eder, atropellado por un camión y luego por un coche, murió, ensangrentado, en una carretera. Yo y Boris éramos testigos. Boris corrió hacia él, y tan pronto como lo hizo, una moto lo atropelló a él también.
Despierto sudando y agobiada, tras aquella terrible pesadilla. Mi respiración ahora mismo es entrecortada. Respiro hondo, repitiéndome a mí misma que había sido solamente una pesadilla. Sin embargo, para estar más tranquila necesitaba irme de la habitación. Así que salgo, y por el oscuro pasillo voy a la habitación contigua, donde se encuentra la habitación de Boris. Abro la puerta y entro sigilosamente. Me acerco a la cuna y lo veo allí, durmiendo plácidamente. Un gran alivio me invade, y no puedo evitar darle un beso en la frente a Boris antes de salir del cuarto. A continuación voy a la cocina para beber un fresco vaso de agua. Y en vez de un vaso, bebo dos. Veo la hora, las cuatro de la mañana. Es aún temprano, pero no puedo dormir.
Voy al salón y me tumbo en el grande y verde sofá, con cojines de verdes flores decorándolo. Enciendo la tele y pongo un canal en el que hablan de la romántica ciudad parisina.
Sin quererlo, a la media hora vuelvo a caer rendida. A las siete de la mañana, vuelvo a despertar con la misma pesadilla, pero sin llegar a morir Boris esta vez.
Apago la tele, en la que en ese momento estaban echando un concierto de no se qué compositor. Corriendo voy a mi cuarto y cojo el móvil, pero no hay ningún mensaje. Sin poder evitarlo, las lágrimas vuelven a mis ojos. ¿Dónde estará? ¿Le habrá pasado algo malo? Le mando otro mensaje, esperando a que esta vez me conteste, sino estoy segura que moriría.
Mientras espero, muy nerviosa, bajo a la cocina y me preparo un café con leche, el cual bebo poco a poco. Pero me veo interrumpida por el llanto de Boris. Así que, otra vez corriendo escaleras arriba, voy a su habitación. Lo saco de la cuna y lo mezco un buen rato, pero no para de llorar, así que le doy el pecho, del que bebe ansiosamente. Entonces era eso, la pobre criatura tenía hambre. Cuando termina, me lo llevo abajo, y mientras bebo mi café, lo observo. En él veo la cara de Eder. Puf, no puedo pensar en él, no puedo. Sin embargo, esto se me antoja imposible.
En ese instante escucho un pitido. Caigo en la cuenta que es el pitido de mi móvil que suena cuando me han enviado. Sin pensarlo más, lo cojo y abro el mensaje, pero cuando lo leo, me decepciono, pues es un mensaje de Movistar. ¡Siempre tan oportunos!
-Buenos días Selena-dice mi madre alegremente.
-Buenos días, mamá. ¿A qué se debe tal felicidad?-pregunto con mucha curiosidad, pues aún no logro entender cómo hay personas que son tan felices cuando otras son tan tristes.
-Pues el motivo, si es esto a lo que te refieres, viene a que soy feliz de vivir un día nuevo con mi preciosa hija y mi nieto. ¿Acaso está prohibido?
-No, para nada. Al contrario, me alegra.
Intento mostrarle una sonrisa, pero ésta se desvanece rápidamente. Por más que intente estar feliz, no puedo.
-Hija, ¿no tienes noticias suyas aún?
-No. Nada nuevo. Mamá, no puedo seguir viviendo así, con esta incertidumbre. Necesito al menos saber si está bien.
-Decidido. Voy a ir a su casa hoy, a hablar con él. Y tú te vienes. Dejaremos a Boris con tu padre y luego iremos a su casa. Así que vete arreglando, que en cuanto desayune nos vamos.
-Pero…-me interrumpo.
-No hay peros que valgan, la decisión está tomada.
Vale, mejor no discutir con mi madre, porque por mucho que lo intente nada voy a conseguir. Así pues, me visto y me echo algo de maquillaje para darle un poco de color y de vida a mi pálida cara.
A las doce de la mañana, tras haber dejado a Boris, nos encontramos ante la puerta de Eder, dispuestas a hablar con él.
-No nos iremos de aquí hasta que no hablemos con él, ¿vale? No voy a permitir que estés mal por un imbécil de turno. No te mereces esto, es más, nadie se lo merece.
-Está bien.
-Y no te preocupes, todo va a salir bien. ¿Estás lista?
-¿Qué crees?
-Que sí, así que venga, en marcha.
Salimos del negro Audi A1, y llamamos al timbre de la casa de Boris, que es grande y de color amarilla. Pero nadie abre. Llamamos dos veces más y por fin Eder se decide a abrir la puerta.
-Anda, por fin se decide a abrir el chiquillo-dice mi madre un tanto exasperada por la tardanza.
-Lo siento, estaba durmiendo. Anoche llegué muy tarde a casa y estaba reventado.
-No pasa nada, Eder-digo.
-No, sí, sí que pasa. ¿Podemos entrar o debemos quedarnos aquí en la puerta?-pregunta mi madre.
-Mamá, por favor, compórtate-le digo susurrando.
-Eh, sí, perdón, pasad.
Pasamos, y él nos lleva al salón, que es enorme y bonito, en el cual hay varios cuadros de Londres, la ciudad favorita de su familia, dos sofás rojos, una televisión de plasma y una bonita mesa de madera con sus respectivas sillas.
-Podéis sentaros en aquel sofá.
-Gracias-le digo.- Eder, por cierto, ¿cómo estás?
Él, un poco extrañado por mi pregunta, me responde.
-Eh, bien, supongo. ¿Y tú?
-Ahora aliviada, creí que te había pasado algo.
-¿Por qué?
-Porque no me has respondido ni a los mensajes ni a las llamadas.
Coge su móvil, lo enciende y ve todas las llamadas perdidas y mensajes que le han sido enviados en las últimas veinticuatro horas.
-Ups, lo desconecté y se me olvidó encenderlo. Lo siento mucho.
-No pasa nada, está bien.
-Y ahora-dice mi madre, cambiando de tema-tenemos que hablar de un asunto de suma importancia, jovencito.
-¿De qué se trata, Geraldine?
-No puedes dejar que Selena cuide a Boris sola. Es cosa de dos. Por Dios, Eder, si no quería tener un hijo, ¿por qué demonios no lo dijiste desde un principio?-dijo mi madre alzando cada vez más la voz.
-Geraldine, está usted muy equivocada. Estoy muy feliz por tener a Boris y me encantaría cuidar de él, pero los estudios y el trabajo me lo impiden.
-Claro que sí, se nota desde kilómetros de distancia que lo que quieres es cuidar de él. –dice Geraldine irónicamente.
-De verdad que sí. Pero el trabajo me lo impide, se lo digo de corazón.
-Te entiendo, Eder, no te preocupes. Tan pronto como tengas tiempo libre te pasas por casa y ambos cuidamos de él, ¿sí?-digo sonriendo.
-¡Y un cuerno! Selena, haz el favor de madurar de una puñetera vez. No puedes decir que sí a todo. El motivo de que se cargue él solo con el trabajo es que no se siente lo suficientemente preparado para ser padre aún y se esconde para evitar problemas y cargos. Selena, ¿cómo no lo puedes ver?
De repente, Eder, comenzó a llorar, acto que tanto a mi madre como a mí nos desconcertó primero y nos sorprendió después. Conocíamos a Eder desde hace ocho años y jamás lo habíamos visto llorar.
-Siento mucho si habéis creído que el quedarme todo el día encerrado entre libros y apuntes y el haber obtenido un empleo en el cual me vuelco todo el tiempo ha sido por temor a ver y cuidar de mi hijo-decía entre sollozos-pero no es así. Lo siento mucho. Prometo que iré todos los días, si queréis, pero…
-Pero ¿qué?-decimos Geraldine y yo al unísono.
-Pero…me quería esconder de aceptar una dura realidad. Chicas, mi padre…mi padre…se está muriendo. Se me hacía imposible ver a Boris e incluso a Selena porque el hecho de ver cómo hay personas que nacen o crecen y que mi padre, tan joven, muera. Quería tener la mente lejos de este conocimiento que tanto me atormenta, día y noche. No quería pensar. No podéis imaginaros cómo es eso de ver todos los días a tu padre, a las once de la noche, sonriéndote y diciendo que todo va bien, que no te preocupes. Pero al ver su pálido y demacrado rostro sabes que eso que dice es mentira.
-¿Qué tiene?-pregunta mi madre, esta vez preocupada.
-Ni los médicos lo saben con certeza. Solo saben que de esta no va a salir y, que desgraciadamente, tan solo le queda, como mucho, un mes de vida.

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