Ya por fin he superado una etapa que me daba mucho miedo, el
parto. Este ha sido doloroso, aunque fue un dolor conocido, pues era parecido
al dolor menstrual. Justo después de tener al bebé, una de las enfermeras me
comentó que debía hacer unos ejercicos de respiración que consiste en coger
mucho aire y expulsarlo. Algo normal, pero bueno, pues me relaja bastante.
Al cabo de dos horas, una vez el bebé estaba limpio y
envuelto en unas sábanas y yo un poco descansada y limpia del sudor, Boris comienza
a abrir los ojos lentamente. Tardó unos diez segundos en abrirlos
completamente. Nuestros ojos se encontraron, y esto fue lo primero que el
chiquitín vio, mis ojos color miel. Sus diminutos ojos de un color verde claro
eran clavados a los de Eder, al igual que su pequeña nariz. Sin embargo, su boca y sus apenas pronunciadas
cejas eran idénticas a las mías.
Desde que Boris nació, fui
la chica más feliz del mundo. De hecho lo sigo siendo, además presiento que va
a ser una felicidad extrema y eterna, pues el amor que siento hacia mi bebé es
tremendo. Es increíble el fuerte lazo que se crea entre el bebé y la madre
durante el embarazo.
Nos seguimos contemplando,
absortos, sin emitir sonido alguno. Así pasamos segundos e incluso minutos,
hasta que Boris queda rendido y se sume en un profundo sueño.
Sonrio mientras le acaricio
la cara, sintiéndome afortunada.
En ese instante, alguien
llama a la blanca puerta de mi habitación, que es la 134, para después asomar
la cabeza.
-¡Eder, has llegado!-
exclamo entusiasmada y más feliz si cabe.
-Sí. Oh, ¿ese es nuestro
Boris?-pregunta cuando su mirada se detiene en las blancas sábanas.
-Sí. Acércate y lo verás, que desde ahí es
imposible, es tan chico que las sábanas lo esconden.
Una vez está a nuestro lado,
deposita un beso en mi frente y luego dirige la mirada al bebé.
-Es hermoso. Ya por fin
formamos una familia, cariño.
-Sí. Eder, no puedo estar
más contenta. Lo que ahora me preocupa es cómo saldremos adelante sin molestar
mucho a mis padres.
-No te preocupes. He
conseguido un puesto de trabajo en el frozen yoghurt de la ciudad. No me pagan
mucho, pero algo es algo. Yo me encargaré de comprar lo que haga falta.
-¿Seguro? Yo también tendré
que buscar trabajo. Así lo mantenemos los dos.
-No hace falta. Mira,
dividimos el trabajo en dos. Yo trabajo y pago todo lo que necesitemos para
Boris, y tú te encargas de cuidar al bebé. ¿Te parece?
-Pero, ¿estás seguro que no
quieres que trabaje? Podrías trabajar un poco, luego cuidar de Boris y mientras
tanto ir a trabajar yo.
-Selena, no te inquietes.
Ahora mismo debes descansar, recuperarte y cuidar del niño, ¿sí?
-Sí. ¿Cuándo vendrás a
verlo?
-Cada viernes y sábado.
-Y los demás días, ¿qué?
-No puedo, corazón. El
domingo trabajo por la mañana y tengo que estudiar. Ya mucho es que me pueda
pasar el sábado un rato.
Veo que está un poco
alterado, bueno, más bien estresado, por eso le pongo la mano en la pierna,
para intentar tranquilizarle.
-Eder, lo entiendo. No te
preocupes. Yo me ocupo de él. Tú céntrate en los estudios y en el trabajo.
Cuando tengas tiempo, pues vienes. Pero no te estreses.
-Muchas gracias por entenderme.
No sabía cómo te lo tomarías.
-¿Cómo me lo iba a tomar?
Eres tonto.
Ambos nos echamos a reír,
quizás para romper la tensión que segundos antes se había creado en la pequeña,
clara y blanca habitación, donde solamente había dos camas, dos televisores y
millones de aparatos médicos.
-Sele, siento no poder
quedarme más, pero tengo que trabajar.
-¿Tan pronto?
-Sí. Tengo que sacrificarme
para poder mantenernos.
-Tienes razón. Bueno, vete.
Te amo.
-Y yo a ti.
Nos dimos un rápido beso en
los labios. Rápidamente cogió la mochila y se fue, cerrando la puerta con
suavidad, quizás por miedo de despertar a Boris.
Tras tantas horas de
alegría, la tristeza y preocupación me ocuparon repentinamente al pensar en
Eder. Cuando se había marchado, solamente se había despedido de mí. ¿Por qué no
de Boris también? Es su hijo. Creí que iba a estar tan feliz como yo, pero no
lo parecía. Más tarde tendría que hablar con él.
Al día siguiente, le llamo,
pero todo es en vano. No coge el teléfono. Le vuelvo a llamar más y más veces,
pero obtengo el mismo resultado. Así pues le escribo un mensaje y se lo envío. Pero
nada, no obtengo respuesta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario