lunes, 5 de marzo de 2012

Terrible pesadilla parte 10


Se escuchó un sonido ensordecedor al caer al suelo. Cuando su cabeza chocó con el suelo, algo de sangre empezó correr de ella y a formar un charco rojo en aquel suelo sucio.
No reaccioné en ese momento, ni en los minutos que siguieron.
Un silencio absoluto reinaba en aquel oscuro cuarto. No sabía qué hacer, ni tampoco me atrevía a moverme. Con cada segundo que pasaba, Alek se volvía más loco. Pero entonces hizo algo que jamás pensé que iba a hacer. Fue velozmente desde el lugar donde estaba de pie hasta donde mi madre yacía en el suelo y se arrodilló junto a ella. A continuación, la cogió y la estrechó en su pecho. Oí cómo le hablaba dulcemente al oído, cómo se disculpaba.
-Alina, lo siento, yo…no quería…haberte pegado. Perdóname, estaba cegado por la ira. Nunca te he dejado de amar. Vuelve. Por favor, vuelve.
Vi cómo sus ojos comenzaban a brillar y, cómo unas tímidas lágrimas, empezaban a brotar de sus ojos azules, tan azules como el hielo.
Me quedé paralizada de la sorpresa. Aquel no era el Alek que yo había conocido, pero inmediatamente identifiqué que aquel Alek era el que mi madre había conocido antaño, del cual se había llegado a enamorar perdidamente, y con el cual decidió ser madre primeriza.
El corazón se me encogió. No debería estar en aquel lugar. No debía estropear aquel momento. Pero tampoco podía irme a otro lugar, pues estaba preocupada por mi madre. El golpe que se ha dado en la cabeza ha sido demasiado fuerte. ¿Y si no vuelve a reaccionar? ¿Y si su vida ya ha acabado? Desfallecía por momentos. No, debía ser positiva. No tenía que perder la fe tan rápido. Mi madre saldría de esta.
-Alek…¿respira?- pregunto con un nudo en la garganta.
Alek la contempló, y se giró hacia donde me encontraba.
-Sí, aún respira, pero no sé cuánto durará.
-Tenemos que llamar a una ambulancia.
-No podemos. Dios, no podemos.
-¡TENEMOS QUE HACERLO! Si no, mi madre morirá. Alek, por favor…hazlo de una maldita vez.-Dije llorando.
-¿Y qué le diremos a la ambulancia? ¿Cómo le explicamos de dónde procede tanta sangre?
-Eso es lo de menos…por favor…hazlo.
-Quisiera hacerlo, pero no puedo.
-Ambos sabemos que puedes. Vamos Alek. Llamo yo si quieres, pero dame el puto teléfono. El mío se ha quedado sin batería.
Alek negó con la cabeza. Lo veía abatido, triste, destrozado. Por una vez, sentí compasión de él.
Pero no podía rendirme. No ahora. Necesitaba llamar a una ambulancia si quería que mi madre viviese.
-Por favor…papá…hazlo…por ti, por ella, por mí.
Alek, sorprendido, me miró a los ojos, y sonrió. Esta vez su sonrisa no era malvada, sino triste pero alegre a la vez.
Llevó su mano hacia un bolsillo de su chaqueta, cogió un móvil antiquísimo, y me lo tendió.
Lo cogí, y le sonreí.
Jamás pensé que lo iba a dejar de odiar...al menos por un período de tiempo.

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