lunes, 5 de marzo de 2012

Terrible pesadilla parte 14


Solo quedan 24 horas…24 horas en las que pueden pasar de todo o nada. 24 horas de aburrimiento y sufrimiento. 24 horas de alegría y tristeza. 24 horas de impaciencia y nerviosismo.
24 horas es demasiado tiempo pero a la vez poco tiempo.
Cuando llego a la sala de espera, Alek se encuentra sentado en una silla entablando una conversación con una anciana mujer de pelo canoso y ojos verdes. No les interrumpí. No tenía ganas de hablar, solamente de conocer cuál sería el paradero de mi madre.
Agobiada por el ambiente que se respiraba en el hospital, siempre tristeza y sufrimiento, decido salir a la calle para tomar un poco el aire.
Nada más salir, el frío viento que corre me abofetea, pero poco me importa. Necesito estar sola y caminar para expulsar el estrés que había acumulado durante estos días. Quería llorar, necesitaba hacerlo, pero no podía. Enciendo el MP3 para escuchar música. Me hacía falta concentrarme en algo y no pensar en nada durante un rato. Puse una emisora de radio en la cual emitían música durante cuarenta y cinco minutos sin interrupción, o al menos eso decían.
Cuando llevaba ya caminando una hora y media, noto como unas gotas empiezan a golpearme. Miro al cielo y veo cómo las gotas van cayendo lentamente. Me quedo quieta en el lugar donde me encuentro. Veo como personas que salen de sus trabajos se apresuran y aligeran el paso para llegar cuanto antes a sus casas y refugiarse por fin del frío y la lluvia. No quiero volver a entrar en aquel edificio que huele a sangre, sucio y muerte. En estos momentos lo único que deseo es quedarme quieta pasando frío y mojándome. Algunas personas se me quedan mirando cuando pasan a mi lado, otras, pasan completamente de mí. Pero nadie se acerca para hablarme, cosa que agradezco.
Inmediatamente me canso de escuchar música rock y pongo la emisora de música clásica.
Me siento en el suelo, sin importarme si estaba sucio o mojado y me dejo llevar por las hermosísimas obras compuestas por Tchaikovsky, Mozart, Beethoven, Chopin, Brahms, Vivaldi y demás. Entonces rompo a llorar. Y lloro como nunca antes lo he hecho. Lloro hasta quedarme seca por dentro, hasta que mis ojos se ponen rojos y comienzan a escocerme. Podría haber formado un mar con las lágrimas que había derramado a lo largo del día.
Cuando me doy cuenta ya ha oscurecido y las únicas luces que alumbran las calles es aquella de las farolas. Mierda, me he quedado dormida. Me levanto y comienzo a andar hacia el hospital. Por el camino empiezo a tiritar. Hace un frío horrible. Aunque poco me importa.
Llego al hospital helada. Lo primero que hago es ir a recepción para preguntarle a alguna enfermera si se tiene noticia sobre mi madre Alina.
-Buenas noches-digo.
-Buenas noches …
Justo cuando me ve, abandona aquel lugar. Su actitud me sorprende. ¿Quéhabré hecho para que se vaya de esa forma? ¿Habrá pasado algo? Entonces veo que vuelve con una toalla y se acerca a mí para colocarme la toalla sobre mis hombres. A continuación me da un chaquetón que tiene pinta de ser muy calentito.
-¿Dónde te has metido? Estás tiritando. ¿Quieres un chocolate caliente para entrar en calor?-me pregunta.
-No gracias. No quiero. Es muy amable de su parte. Por cierto, muchas gracias por la toalla y el chaquetón. No hacía falta que me diese nada.
-Es lo menos que podía hacer. No quiero que cojas una pulmonía por mi culpa. Jovencita, no sé donde te habrás metido, pero debes tener mucho cuidado. Bueno, ¿te puedo ayudar en algo?
-Ehh, sí. Quería saber si hay alguna información sobre la paciente Alina, se encuentra en la UCI, está en coma.
-A ver…¿Alina me ha dicho?
-Eso mismo.
Observo como aquella enfermera regordeta cuyo nombre es Georgette busca algo en un ordenador antiguo.
Pero entonces llega la joven enfermera que nos atendió, llamada Nikita, y me hace una señal para que la acompañe.
Me despido de Georgette y le doy las gracias otra vez. Una vez estoy con Nikita, quien me toma de la mano y me la aprieta.
-Ashira te llamabas, ¿no?
-Sí. Ashira.
-Bien…los médicos ya han tomado una decisión sobre lo que se debe hacer con tu madre.
-¿Y bien?-pregunto ansiosa.
-Sube a la UCI conmigo que allí los médicos te darán la respuesta.
Así que cuando comienza a andar hacia el ascensor la sigo sin rechistar ni protestar, sin siquiera hacerle una pregunta. Me callo y espero con ansiedad a saber si podré volver a mantener una conversación con ella o bien nunca más volvería a hacerlo. Se me hizo un nudo en el estomágo y, de repente, tuve dificultades para respirar. Aquello era una emoción demasiado fuerte para mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario